La Iglesia habla al hombre.
La Iglesia habla a las personas respetando plenamente su libertad; la Misión no coarta la libertad, sino que la fomenta. La Iglesia propone, pero no impone. Respeta a las personas y a las culturas, y se detiene en el altar de la conciencia. A quienes se oponen a su actividad misionera con los pretextos más variados, la Iglesia les repite: "Abrid las puertas de Cristo".
Juan Pablo II
